Cuando me invitaron a escribir este artículo, lo primero que pensé fue: “mucho y mal”.
Creo que no es desconocido para nadie que los adolescentes se toman todas las cosas
demasiado personales, en especial las negativas. Por esto es muy valioso saber de
qué manera nos dirigirnos a nuestros hijos adolescentes al momento de hacerles algún
señalamiento acerca de su apariencia, bien sea por cuestiones de higiene o seguridad,
inlcuso de límites, o simplemente como un comentario sin mayor trascendencia, ya que
una frase con buena intención o incluso sin ella, puede en verdad dejar una huella
negativa.

En primer lugar, es importante ubicar que nosotros como padres, o familiares cercanos,
somos figuras de referencia que, hasta hace muy poco tiempo, éramos el modelo a
seguir de nuestros pequeños, y por lo tanto, aunque a veces parezca que ahora
solamente saben oponerse a nuestros gustos o reglas, seguimos pesando en lo que
opinemos de ellos.

Por otro lado, hay que comprender que durante la adolescencia, la identidad de los
jóvenes se encuentra en “remodelación”, por ello vemos que un día se visten de
colores oscuros, a las pocas semanas prefieren una marca específica de ropa, en un
par de meses sus atuendos son como los del grupo juvenil de moda y así en todos los
demás aspectos de la vida. Esto da como resultado un Yo sumamente frágil que lo
hace vulnerable a las opiniones externas, ya que la propia es confusa e inestable.
Una vez entendido esto, podemos hablar de cómo podemos comunicarnos con
nuestros hijos adolescentes de una mejor manera, sin generar disturbios, sin afectarlos
pero manteniendo un orden en la familia así como una convivencia sana.

Algo muy importante es comprender que el adolescente difícilmente entenderá nuestros
comentarios como una broma o como “por su bien”, por lo tanto, evitemos adjetivos
despectivos como gorda, chaparro, cochino, etc. Por otro lado saber que a nuestros
hijos en esta edad les cuesta trabajo dimensionar las consecuencias a largo plazo de
algunas de sus actividades, actitudes o hábitos, de modo que el “nadie te va a querer”,
“no vas a llegar a ningún lado”, “yo a tu edad no era así”, lejos de crearles conciencia,
les provocan un reto para diferenciarse de nosotros en lo inmediato.

Especial atención requiere el tema del peso y la comida, ya que en estas épocas, los
trastornos de la alimentación afectan desde cada vez más temprano a nuestros niños y
jóvenes.

Procuremos retroalimentar positivamente aquello que veamos en nuestros jóvenes, ya
que eso les ayuda en esta reconstrucción de su identidad, aún cuando para nosotros
se trate de aspectos indispensables o intrascendentes.

c.Dra.Psic. Esperanza Aceves y Aceves
Centro Ériu 4431386382.