¿Hábitos?. Siií, todos los tenemos, son esas actividades que repetimos constantemente, a veces diariamente, de repente consciente y otras de manera inconsciente.

Soy alguien que improvisa que no tiene rutinas, o bueno, solo las básicas como bañarse diariamente, cepillarse los dientes, vestirse -¡qué bueno!-, pero de ahí simplemente no paso.

Me gusta leer, por ejemplo, pero nunca leo a la misma hora, ni en el mismo lugar, ni los mismos días, o peor aún, no solo nunca termino un tratamiento médico sino que voy cambiando y calculando las horas que me tocan las medicinas y medio calculo las dosis porque no estoy acostumbrado a seguir patrones o la verdad, la verdad, porque soy alguien muy impaciente.

Esto no es bueno del todo -pregúntenle a mi esposa-, pues un hábito ayuda muchísimo a tener mejores momentos en nuestra vida. Y no me refiero ni siquiera a hacer algo tan radical como cambiar nuestra dieta , sino a cuestiones mucho más sencillas que son las que verdaderamente nos cambian y a nuestro entorno también.

Mi esposa -que es como mi Yoda personal, mi Pepe Grillo particular- me enseñó cómo decir los buenos días a toda persona que pase enfrente de nosotros, cambia la actitud de la gente para bien y la vida se vuelve más ligera.

Más importante aún, dar un beso diariamente a tu pareja y a tu hijo, no solo genera la serotonina necesaria para comenzar el día -todo mi cerebro es una fiesta, yujuuú- sino que también, en mi caso, ha hecho mejores mis relaciones con mi familia -le he bajado como 3 rayitas a mi malhumor- y hemos logrado que mi chamaco se sienta querido y más seguro emocionalmente.

Pero hay un reto ante estas prácticas cotidianas que implican una relación con alguien más.

No es solo la constancia lo importante, sino nunca dejar de hacerlas conscientemente. No nos convirtamos en robots que hacemos lo mismo todos los días; aquí el ingrediente secreto es el hacer las cosas con el corazón y no con el cerebro.

Termino con ese gran pensamiento que manejan en grupos de autoayuda y que me parece fantástico: un día a la vez.

Si queremos avanzar en lograr buenos hábitos vayamos poco a poco, comprendiendo que la vida está en el presente, aceptando el pasado y mirando hacia el horizonte, pero sintiendo nuestros pasos en el ahora.