Es diciembre, para mí, una de las épocas que menos me gustan…ok ya con esta frase veo a varios de ustedes rompiendo mi artículo y pensando, -“otro Grinch más que vendrá con sus letanías sobre consumismo, pérdida de valores, bla, bla, bla…”- y si bien en parte mi malestar está en esa pérdida de lo que significan estas celebraciones, lo que más me molesta es ese aumento de estrés innecesario que vivimos en esos días.

Yo recuerdo cuando era pequeño cómo pasaba mi estado de ánimo de la alegría por estar ya de vacaciones navideñas y saber que vería a mis primos que solo venían en esa época a la ciudad, más el plus de saber que por fin me regalarían mi muñeco de Darth Vader con todo y espada láser, a una angustia porque se acercaba cada vez más el 24 de diciembre donde todo mundo gritaba, se enojaba o hasta llegaba a la furia incontrolable porque no se tenían los regalos listos, la cena lista, los invitados listos, etc…
Este estado de ánimo se exponenciaba en la calle ya que no solo eran mis papás, mis hermanas, mis tíos, mis abuelas, sino también todo aquel que iba en carro, o que te encontrabas en el supermercado o en las tiendas departamentales y que en vez de un “feliz navidad” vociferaba con el claxon o te arrebataba el regalo, el pavo, el arbolito, que estabas viendo porque esa persona también lo necesitaba más que a su vida.

Yo prefiero las cosas sencillas y es parte de lo que busco enseñarle a mi hijo. Poder entender que hay batallas perdidas que no valen la pena y otras a las que sí hay que apostarle porque el beneficio es grande.De esas últimas batallas está la sencillez y el realmente tomar más a la ligera estos días. Si no hay dinero/tiempo/ganas de salir/ pues no necesitamos más lo que haya en casa o que se pueda conseguir fácilmente para hacer algo especial de cenar en Nochebuena. No estoy hablando de “hot-dogs” del OXXO, pues se trata de celebrar con algo distinto a los demás días del año, pero tampoco se tiene que tener siempre pavo, vinos espumosos o miles de postres para que sea relevante el momento.

También los regalos son significativos pero no por eso tendrán que ser caros. La estima, o así lo considero yo, no está relacionada con el precio del regalo, sino con cómo vamos a hacer que ese regalo se recuerde más allá de ese momento. Sí, hay que investigar más, indagar sobre qué es importante para tu papá, mamá, esposa, hermano, hijo para que no lleguemos con unos calcetines como obsequio(que también recordarán para siempre pero no de una forma muy buena) sino con algo que pueda ser relevante para la persona a la que le regalarás. Por ejemplo, mi papá le encanta la música, pero al descomponerse su tornamesa hace más de 20 años, dejó de escuchar sus discos de acetato que tanto le gustaba poner a la hora de la comida. Ya se imaginarán que mi regalo fue un nuevo tornamesa y mi padre ha sido muy feliz, o un poco más quiero pensar, desde esa navidad.

Ya por último, les puedo decir que el juguete más caro del mundo no es lo más importante para sus hijos. Puede estar padrísimo, como la “Estrella de la Muerte de Star Wars” de Lego que cuesta $5,000 pesos (¡no manches! casi muero del infarto cuando la vi y después me dio el infarto cuando me dijeron el precio) pero para nuestros pequeños no hay nada comparado con que juguemos con ellos y les dediquemos todo el tiempo posible, así sea solo para jugar con la pelota, a la lotería o ir al zoológico, nada que tenga que ver con el dinero gastado en ellos.

Encontremos ese foco perdido de nuestro arbolito y acerquémonos más a nuestros seres queridos, muchos abrazos, besos y apapachos más que otra cosa harán de estos días una cuestión más que inolvidable.

Termino deseándoles unas felices fiestas estimados lectores, con mucha esperanza, sobre todo la mía para ver si hacen coperacha y me regalan entre todos la “Estrella de la Muerte” de Lego o ya cuando menos un viaje a Disneylandia para ir a las nuevas atracciones de Star Wars (les encargo nada más que sea “ALL INCLUSIVE”). Abrazotes y abucheos a [email protected]

 

Por: El Peor Papá del Mundo. El papá del Grinch